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Ayahuasca - Viaje y Renacimiento

Actualizado: 3 dic 2021

"Al igual el fénix que, para resurgir, necesita pasar por el fuego destructor, tuve que ARDER para sentirme libre y que una parte de mí cayera en cenizas como en un sacrificio pagano. Y este deseo mío de volar como un pájaro para descubrir el infinito... Yo preferí la intensidad a la longevidad. Tanto mi vida amorosa como mi arte serían sacrificados ritualmente sobre el altar del fuego eterno..."


Carta a Marina, Niki de Saint Phalle.


Si tuve el valor y la necesidad de participar en los rituales de Ayahuasca, es porque todo iba mal y porque tengo una curiosidad insaciable. También es verdad que odio a los productos farmacéuticos químicos que nos obligan a tragar sin parar por cualquier tontería. Soy de las que piensan que estos productos dañan más que otra cosa y que hacen que nuestras defensas inmunitarias sean tan flojas como nosotros mismos. Por lo tanto, cuidar el corazón y el espíritu de forma natural, tradicional y ancestral me parecía la mejor opción.

En esa época, estaba haciendo unas prácticas en una casa de alta costura de Perú. Pusimos en marcha la colección aniversario de los 15 años de la marca y decidimos lanzarnos a descubrir los pueblos nativos de Perú para representar a través de nuestras creaciones esta tierra rica de historia y magia. Para nuestra ropa, necesitábamos incrustaciones de perlas, por lo que recurrimos a artesanos Shipibos. Este fue mi primer encuentro con artesanos indígenas, ¡y vaya encuentro!

Los Shipibos son unos de los grupos étnicos más grandes del Amazonas Peruano. Situada a lo largo del río Ucayali en la selva tropical amazónica, esta tribu ha conservado más o menos su identidad y sigue practicando actualmente sus tradiciones y creencias chamánicas, como las ceremonias de Ayahuasca. El objetivo de estas es volver al origen de todas las cosas, donde el individuo ve la creación del universo, el cosmos, «el conjunto universal de las cosas». Todo lo que existe forma un todo. Todo debe estar en armonía para estar en equilibrio con uno mismo y el universo, para disfrutar de una buena salud. Esta representación del mundo armonioso también se encuentra en su artesania.


Los Shipibos dibujan formas geométricas, parecidas a los motivos de las pieles de serpientes, sobre telas de algodón natural o de algodón teñido con corteza de caoba, lo que le da a la tela un color ocre. Estos motivos son pintados a mano usando caña de bambú como lápiz y frutas pequeñas aplastadas, cuyo jugo se vuelve de un color azul-marrón-negro cuando se expone al aire. También se pueden bordar a mano. Algunos dicen que los dibujos Shipibos son un tipo de partición, que cada representación es una música, un canto de curación único llamado icaro. El chamán transforma sus visiones en sonidos que las artistas femeninas traducen en motivos geométricos sobre textiles y cerámica.


Herlinda Agustin forma parte de las personas que dan vida a esta leyenda. Según ella, un diseño específico representa una canción específica, y viceversa. Ella explica que algunos dibujos pueden cantar, a un nivel espiritual, inducido por la ingesta de Ayahuasca. Se dice que si dos mujeres Shipibas pintan y cantan juntas en una gran cerámica, cada una por su lado, puede crear un dibujo perfectamente simétrico.


Lo que caracteriza a la cultura Shipibo es la relación que el individuo mantiene con las plantas. Podemos encontrar centenares de plantas medicinales en el seno de la comunidad. Se ha dicho incluso una vez que algunas etnias piensan que cada planta es única, que de diez rosas cada una tiene un poder diferente mezclado con un poder global que caracteriza la raza de la planta. Como cada individuo es diferente en esta línea, no se puede curar entonces a dos personas con la misma rosa. Hay que encontrar entonces la que vibre en las mismas tonalidades que la persona enferma.

Fui con mi compañero a reunirnos con una familia de esta comunidad que vivía en las afueras de Lima. Naturalmente, la diseñadora no pudo acompañarnos porque estamos hablando de uno de los lugares más peligrosos de la ciudad. Por lo tanto, contratamos los servicios de un chófer/guardaespaldas para tener a alguien que nos protegiera. Como mujer extranjera, era más probable que yo pudiera ser asaltada. Tras un trayecto muy largo desde la ciudad, llegamos al barrio marginal y fue un duro golpe para mí... Joven francesa de una familia de clase media, de una pequeña ciudad playera y tranquila, nunca me había enfrentado a una realidad así.


Viviendas de chapas y trozos de madera, fabricaciones inestables provisionales, hombres borrachos tirados por el suelo, otros que se emborrachan hasta poder reunirse con sus compañeros.

El lugar es tan peligroso que hay un policía armado a cada diez metros.


Nos reunimos con la familia con la que la diseñadora había quedado en la ciudad de Mancora. La mujer nos atendió a la entrada del campo. Nos enseñó la escuela Shipiba donde los niños de la comunidad van a aprender a leer, escribir, contar, pero también a tejer como sus ancestros y según las tradiciones Shipibas. La comunidad vino, desde la selva amazónica, a instalarse en Lima hace 20 años cuando su hábitat fue destruido por la explotación forestal y el terrorismo ecológico. Desgraciadamente, en la actualidad, el proyecto político de limpiar este barrio marginal los expulsa de nuevo. Tras haber perdido la belleza de la selva tan importante para ellos contra la precariedad de la periferia de Lima, tienen que encontrar una nueva solución.


Después, la madre de la familia nos invitó a su casa familiar. Ella, su marido y sus cinco hijos viven en una única pequeña habitación de unos diez metros cuadrados con un simple colchón en medio, un lavabo y hueco para el fuego en el suelo, eso les sirve de cocina. Sin ducha, sin WC. Nada..


Un único soplido del gran lobo feroz bastaría para derribar la casa.

Ver a esta familia vivir en estas condiciones me conmocionó, particularmente porque se nos había pedido que regateamos con ellos el precio del trabajo que debían proporcionarnos. Podéis imaginaros el sentimiento que podéis llegar a tener cuando se os pide negociar el arte de personas que no tienen absolutamente nada en nombre de personas que tienen todo y mucho más. Pero podéis estar tranquilos; no obedecimos la orden y hasta aumentamos sus tarifas.


En nuestro coche de lujo conducido por nuestro chófer privado hicimos el camino de vuelta completamente en silencio.


Aunque siempre he sido una gran defensora de las injusticias, desde ese día me he dedicado a la igualdad para todos y al respeto del arte ancestral indígena.


Unas semanas después durante una de sus visitas al estudio (ya que no pudimos desplazarnos a su casa porque tras nuestra llegada un poco destacada temían por nuestra segurida