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Amarse a sí mismo es un acto de rebeldía

Testimonios de «Rebeldía y Sanación»

Festival FILMUFE 2018 en Oaxaca de Juárez


Con motivo de la FILMUFE 2018 (Feria Internacional del Libro de Estudios de las Mujeres y Feminismos), preguntaron a curanderas tradicionales de comunidades indígenas de Oaxaca sobre sus experiencias de salud e imagen corporal femenina bajo la presión de la sociedad, y aquí está lo que necesitaban decir: :



¿Cómo afecta el capitalismo a nuestra salud?


«Hoy se nos alienta a consultar a médicos y a tomar medicamentos para silenciar nuestros males,sin tratarlos, y así nos hacen olvidar que somos los primeros actores de nuestra salud. Nosotros mismos nos conocemos mejor que el médico que nos examina, y, por ello, tenemos que aprender a comprender nuestro cuerpo, a escucharlo, a buscar el origen del problema y a prevenir en vez de curar.Esto es lo que hacían nuestros ancestros antes del desarrollo de la sociedad occidental. Debemos darnos cuenta de que la industria farmacéutica necesita que los enfermos existan, necesita vender medicamentos para enriquecerse, necesita convencernos de que es lo que necesitamos, de que es la única forma de recuperarnos y, así, nos hace creer que la sabiduría de los pueblos originarios no vale nada en comparación con su conocimiento científico. Somos productos del sistema, manipulan nuestra forma de vivir y de pensar. Tomamos medicamentos para silenciar el dolor sin escuchar lo que nuestro cuerpo tiene que decir, y así es como estos regresan: no tenemos en cuenta la raíz de este dolor. ¡Es hora de recuperar nuestro cuerpo!»


«La enfermedad es un desequilibrio emocional y/o energético del cuerpo. Nuestros abuelos siempre han tratado las enfermedades con prevención para tener siempre este equilibrio. Y si conoces tu cuerpo y lo escuchas, la prevención será más efectiva y la recuperación, más fácil».


«Hoy en día luchamos de nuevo por una dieta saludable y orgánica, pero siempre es bastante selectivo: sigue siendo para los ricos y es cara, y si un ciudadano de a pie quisiera acceder a un buffet orgánico sería imposible para su bolsillo. Y así es como se repite la historia.

Los alimentos procesados que nos venden y que comemos son los responsables de nuestras enfermedades. Estas compañías, que nos venden los alimentos que hacen que nos pongamos enfermos, son las mismas que nos venden los medicamentos que se supone que nos curan. Los estudios han demostrado que nuestra comida nativa, considerada como la comida de los pobres y de los salvajes, es una de las más nutritivas del mundo. Debemos salvar nuestra Santísima Trinidad (calabaza, maíz y judías); y debemos enseñar a nuestros hijos a comer de manera adecuada y saludable para liberarnos del dominio de la industria farmacéutica. Ya no tenemos tiempo para nada, debemos trabajar incansablemente para poder pagar estos productos que se han vuelto indispensables para nuestra vida diaria, ya no sabemos cómo vivir sin un supermercado, sin marcas… No sabemos hacer nada por nosotros mismos. No sabemos ni qué comemos ni de dónde viene. La gente trabaja sin descanso, ya ni dormimos. Este sistema roba nuestras vidas. Las películas dijeron que los zombis estaban de camino, pero yo creo que ya han llegado: los he visto ya en la Ciudad de México, puedes entrar al metro y verlos».



«Nos manipulan con el miedo a la muerte, en lugar de dejarnos vivir plenamente, nos hacen sobrevivir. Para este sistema no somos más que productos de comercialización, mano de obra, reemplazable que podemos dejar a un lado. Nos endeudamos para pagar los medicamentos que nos ponen aún más enfermos. El capitalismo afecta a nuestra salud de forma espectacular: si te duele la garganta podría ser un cáncer que, además, te llevará a morir... y ahora el poder que ejerce el miedo hace su efecto, y corremos a comprar los medicamentos que el médico nos receta».


«Nos hacen creer que solo ciertos profesionales pueden decirnos lo que tenemos, pero ¿quién vive en este cuerpo desde hace tantos años?¿Yo o el médico? ¿Quién puede saber más sobre tu cuerpo que tú? Creo que lo más importante aquí como acto de rebeldía es asumir la responsabilidad de nuestra propia salud con una alimentación saludable, un ritmo de vida normal, ejercicio físico, etc. Encontraremos soluciones a nuestros problemas preguntándonos: ¿por qué siento esto? ¿Por qué estoy viviendo esta situación? ¿Cómo he contribuido a esta enfermedad y cómo puedo contribuir a mi recuperación? Y esto es algo que debemos enseñar a los niños desde sus primeros años de vida: cómo conectarse con su propio cuerpo. Es muy importante que nos demos cuenta de que tenemos una forma alternativa y funcional a este sistema».



¿Cuál es el lugar de la mujer en el sistema sanitario actual?


«Lo peor es ver cuánto luchamos para encajar en el molde de esta sociedad enferma, olvidando, así, nuestras propias cualidades. Es hora de amarnos a nosotros mismos, de aceptarnos como somos: estamos vivos y es un milagro maravilloso. No podemos esperar vivir una vida saludable en conjunto si individualmente estamos tan enfermos y tan perdidos y somos tan irresponsables. Debemos apoyarnos mutuamente y cambiar las cosas juntos. Comercializan nuestro cuerpo haciéndonos creer que no hay otra alternativa a los hospitales, o que, si la hay, es peligrosa y causaría la muerte. Incluso controlan la maternidad, porque es solo la mujer la que debe envenenarse para controlar la fertilidad, es ella quien debe estar atenta, es ella la responsable, hasta tal punto que ahora podemos alquilar su vientre.Quienes no pueden tener hijos pueden alquilar el vientre de una mujer, una mujer que necesita dinero. Esto puede facilitar la vida a aquellos que desean tener hijos, pero ¿quién piensa en el niño? Su madre no será más que un óvulo, su padre no será más que esperma. Nadie piensa en el trauma que puede causar a la mujer el separarse de su hijo, ese hijo que ha crecido sin la mujer que le dio la vida, lejos de la relación sagrada que construyó con él durante 9 meses, lejos de quien lo creó.


Dar a luz en un hospital, sin las personas que amamos, con miedo y estrés, en un lugar frío y esterilizado, es un acto violento que permanecerá para siempre en la memoria del bebé. Mientras, en casa, podemos poner música, rodearnos de las personas que amamos en un lugar de confianza y dar amor en este acto magnífico. Pero nos inculcaron ese miedo al peligro, la necesidad de hacerlo con ellos y pagar para no arriesgar la vida de la madre y del bebé. Porque este es el mayor temor del ser humano: ponerse enfermo y morir. Y ellos han entendido esto perfectamente».


«Otra forma de comercializar nuestros cuerpos es la menstruación. Nos hacen comprar productos que contienen sustancias químicas perjudiciales para nosotros y para el planeta, nos ven como una fuente de beneficios mensuales, nos hacen odiar la menstruación y, así, consiguen que nos alejemos de la conexión sagrada que tenemos con nuestro cuerpo y con la luna.

Nos hacen odiar este cuerpo, nos hacen creer que somos feos, gordos, que no encajamos en el molde impuesto por la sociedad. Y olvidamos que cada segundo de nuestra vida, cada célula de nuestro cuerpo, da lo mejor de sí mismo para hacer que seamos como somos. Lo más triste es ver cuánto luchamos literalmente por adaptarnos a esta sociedad enferma: cirugía, maquillaje, cabello... Nos enseñan a tener miedo a la muerte, miedo a envejecer, miedo a las arrugas, miedo al envejecimiento del cuerpo... Y queremos detener el tiempo. Pero no podemos. El tiempo es maravilloso y en nuestro cuerpo está la historia de nuestras vidas, nuestras arrugas de sonreír, las cicatrices de los momentos duros. Quieren que nos odiemos para obligarnos a comprar y nos obligan a fijarnos en el exterior para olvidar nuestro interior. Esta es la única vez que pasaremos por esta tierra y dejaremos en ella solo un grano de arena, pero ¿para qué si al final no nos amamos a nosotros mismos?»